lunes, 17 de junio de 2019

Me gustan los recuerdos.-







Esta es una imagen subida de Internet, pero  es la más parecida a la muchacha de la anécdota.

La muchacha del Pata- Pata.

    Muchas veces en mi vida de casada, que fueron 19 años, allá en Río Cuarto, Córdoba, tenía la necesidad de una ayuda extra.
   Con dos ancianos para atender, una, era mujer... y no podía caminar, era tía abuela de mi esposo, al casarme fui a vivir a la casa de la farmacia y ella estaba allí. Al primer año de estar allí, o menos del año, la querida Tía Angelina quiso bajar desde la terraza un pesado cajón de madera. En ese rústico cajón había llegado muchos años atrás, más de 20 años, el "Petitorio de Farmacia", es decir, lo que era necesario tener, para poder abrir una Farmacia. Era la reglamentación de la época, corría el año 1956 y  retrocediendo veinte años daba 1936.
    Ella, que daba vueltas por toda la casa con sus 82 años, quiso bajarlo de la terraza, pero tenía alrededor un zuncho de metal que estaba herrumbrado. Bajarlo por la escalera ya era tarea difícil... lo tironeó como pudo hasta que el cajón cedió y cayó, con mala suerte para ella y el zuncho le lastimó la pierna.
    Comenzó su suplicio. La herida se curó esmeradamente, y me tocó hacerlo a mí, pero... se infectó. Al rascarse fue cambiando de lugar y se fue imposible sanar hasta su muerte ocurrida a los 92 años. Debí atenderla durante todo ese tiempo, por que quise hacerlo, nadie me obligó. Debía llevarla en brazos y movilizarla en un sillón.  El cuidado de ella y del anciano padre de mi esposo, me llevó 15  años de mi vida joven. No fue fácil.
    Años más tarde nació mi hijo. Atender la casa con todo lo que significa, cuidar a los dos ancianos, con mi hijito y siempre con el negocio que requería en cualquier momento otra ayuda más...
    Busqué ayuda, por temporadas ya había tenido otras empleadas, tenía lavandera y no podía con todo. Se presentó una jovencita con todo el aspecto aniñado para expresarse y era adolescente. Pero, pero...
    Era muy morocha y de pelo casi rapado pero ensortijado, alta, un cuerpo escultural que se escapaba de una pollerita que apenas la cubría y con ojotas. Una oscura historia la acompañaba, tenía varios hermanitos, su madre los había abandonado y ella no la conocía. Después de mucho tiempo, me contó que el padre la violaba.
     Me suplicó que la empleara, y lo hice, dócil, cariñosa, muy bonita, pero era imponente su presencia. Llamaba la atención de todos. Cuando baldeaba la vereda y se secaba las piernas con el trapo de piso, se escuchaban frenadas de algún auto que pasara, o bocinazos...¡Y era una esquina... !¿Qué hacemos? nos preguntábamos con mi esposo: yo ya me había encariñado con ella porque era una muy buena compañía y ayuda, pero...

      A media cuadra  de donde vivíamos había una fabrica de pastas. Apurada con todo lo que tenía que hacer todos los días, decidí hacer fideos, era más rápido. La envié a comprar fideos... y no volvió.
      Pasaron más de 15 días y no había noticias. Pasaron más días y un día la vemos venir con un hombre. Ella entró para conversar conmigo. Supe que había ido a un club bailable,  que estaba de moda el baile del Pata-Pata, ella había salido ganadora del concurso. Terminado el baile, se fueron al sótano con los músicos y otras amigas.... De pronto llegó la policía y los llevaron a todos por el desorden que armaron.
    El la comisaría conoció a un policía y ahora estaba de novia con él. No iba a trabajar más.
     ¡Menos mal que la fábrica de pastas quedaba a media cuadra, porque cuando quería hacer fideos, salía de una corrida y traía fideos frescos!

Ada Ortiz Ochoa- (Derechos Reservados, editado en libro)
Sierra Grande, Provincia de Río Negro, Patagonia Argentina.